Por: Jorge
Fava
“Todos los que llegan vienen a enseñarnos como
si no supiéramos nada. Ahí están
los médicos,
los maestros, los padres, los del gobierno y todos
los demás. Para todos ellos somos
ignorantes”.
Tojolabales de
Comitán, Chiapas, México.
(Testimonio recogido por C. Lenkersdorf).
1.- Introducción
La primera
vez que nos topamos con el concepto “enseñarse” fue durante una entrevista
televisiva con el escritor argentino Jorge Luis Borges. Allí Borges contaba que
debió “enseñarse” alemán para poder leer a Schopenhauer en su propio idioma.[1]
La idea nos pareció ocurrente. Había allí una inversión de sentidos, ¿cómo
podía Borges enseñarse un conocimiento que ignoraba? Normalmente debería haber
dicho que “aprendió” alemán, aunque fuera de forma autodidacta. Así estamos
acostumbrados a decirlo, producto, tal vez, de la imagen que tenemos de la
enseñanza en el sistema formal. Dentro de estos cánones se expresa el médico
neurólogo austríaco Sigmund Freud en unas palabras dirigidas al traductor de la
edición española de su más famosa obra, sólo que en esta ocasión la apetencia
idiomática va en sentido contrario a la del argentino: “el deseo de leer el inmortal
‘Don Quijote’ en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana”.[2] En fin, nada extraño en un escritor
como Borges fascinado por los laberintos y los oxímoron. Pero fue el biólogo
evolucionista norteamericano George Gaylord Simpson quien pareció traer una
respuesta a nuestra inquietud con una frase que, a la postre, nos resultó un
tanto ambigua: “No hay nada malo –decía Simpson- en enseñarse uno mismo, si uno
es un gran profesor”.[3]
¿Avalaba este investigador dicha metodología o se trataba de su simple
descalificación a través de una ironía?
La cosa quedó allí. Otras lecturas nos
alejaron de estas especulaciones, hasta que cayó en nuestras manos la obra de
Ricardo Pozas Juan Pérez Jolote,
biografía de un tzotzil.[4]
En un pasaje de la misma, Jolote cuenta que siendo niño en una oportunidad su
padre le recriminó su tardanza en “enseñarse” las artes de la agricultura.[5]
Esta nueva aparición del concepto “enseñarse” nos resultó más interesante que
las anteriores, ya que ahora no se trataba de la ocurrencia o la ironía de “una
mente brillante”, sino del bagaje conceptual de toda una cultura. Nuestra
primera asociación fue con la entrevista a Borges: ¿Había leído este escritor
el Pérez Jolote y tomado de allí el
concepto de “enseñarse”? Probablemente, ya que, según solía decir, su mayor
capital intelectual eran sus lecturas y no sus escritos. Pero fue en una
tercera etapa, y a través de la lectura del revelador libro del psicólogo
social tsotsil Manuel Bolom Pale Chanubtasel-p’ijubtasel.
Reflexión filosófica de los pueblos originarios[6]
que este concepto cobró en nosotros su verdadera dimensión significativa, como
luego veremos.
El Padre franciscano Enrique Oltra, teólogo
y filósofo, en su libro Paidea
Precolombina. Ideales pedagógicos de aztecas, mayas e incas, decía:
“Acusamos a dichas culturas de que forjaron un sistema educativo ‘natural,
espontáneo e inconsciente’”, sin entender que: “La educación no es un fenómeno
que se da aisladamente, sino que está condicionado al tipo de sociedad y cultura”[7]
de la que forma parte y que sólo desde su propia perspectiva –apuntamos
nosotros- nos revelará sus secretos ocultos, o mejor deberíamos decir,
invisibilizados por la sociedad dominante. “La sabiduría que poseyeron
nuestros antepasados mayas –agrega por su parte Bolom Pale- es un tesoro espiritual
que fue vertido en la cultura tsotsil y que nuestros mayores lo guardaron para
ser dado a conocer al mundo, a pesar de que históricamente fue negado por o
para su práctica”.[8] Y esta necia y soberbia
negación fue la que nos apartó de los logros pedagógicos (como de tantos otros)
de los mayas chiapanecos y su sabiduría ancestral.
2.- “Enseñarse”: un proceso de descubrimiento
creativo
En la mencionada obra, Bolom Pale aborda la
educación familiar (o informal) del niño o niña tsotsil, destacando que esta no
se lleva a cabo como una mecánica transmisión generacional de conocimientos,
sino que busca “abrir la visión” de los aprendices a través de las actividades
de la vida diaria en el ámbito doméstico y sus saberes intrínsecos, útiles para
un período determinado del desarrollo infantil, o como práctica para toda su
vida. De esta manera, “Una mamá tsotsil –dice el citado autor- no
transmite a sus hijas sus conocimientos acerca de la elaboración de los
comales, ollas, comida, sino que la niña aprende observando y practicando, esto
se da mediante preguntas cuando hay un intercambio de saberes. Más aún, sobre
todo al principio, si no se hace bien, por ejemplo, un comal, una olla, un
tejido, la mamá no se apresura a regañar o dar indicaciones, ni siquiera lo
compone, sino que ponen de junto el resultado del trabajo con la que elaboró la
mamá. Así, ella misma irá dándose cuenta de sus errores y los irá corrigiendo,
mejorando en la práctica, hasta lograr ese saber que aspira”.[9] Es
decir, conseguirá “enseñarse”, según la terminología maya,[10] y que las investigadoras mexicanas
Flor Bermúdez Urbina y Kathia Núñez Patiño denominan “formas culturales de
aprendizaje”.[11] Por su parte, el
padre hace lo propio con sus actividades específicas (básicamente relacionadas
con el trabajo en la milpa), y ambos, padre y madre, evitan –como se dijo-
corregir a sus hijos “ya que si los regañan posiblemente dejen de apasionarse
por esa actividad que están realizando”.[12] Y en
otro párrafo del mismo texto Bolom Pale señala con referencia al sistema
educativo formal: “no encuentran relación con lo que enseñan en la escuela, ‘ya
que solo el maestro se la pasa hablando y no practicamos’”.[13] (Modelo pedagógico en el que, por
cierto, hasta tanto no se corrijan las asimetrías en sus modos relacionales,
favorables a la cultura dominante, y los contenidos curriculares no articulen
con la realidad local, será en vano hablar de una auténtica interculturalidad.[14]
Otro tanto se puede decir del pregonado bilingüismo.[15])
Niños de una comunidad maya de Chiapas, México (foto recuperada de Unión Chiapas). |
También los mayas
chiapanecos suelen referirse a un saber oculto presente en los niños/as y al
que hay que despertar mediante preguntas acordes a su edad. Este concepto,
ligado a lo anteriormente dicho, es fundamental para comprender la pedagogía
familiar y/o comunitaria indígena utilizada en el proceso de socialización
infantil. La suposición de un saber previo (o pontencialidad creadora), al que
hay que incentivar para que dé sus frutos supera la noción de la simple
transmisión-memorización de conocimientos del sistema educativo formal, ya que
implica para el educando la tarea de buscar una resolución al problema
planteado desde su propia perspectiva y práctica, apelando a la creatividad
individual. Lo que pretendemos remarcar es que el concepto “crear-hacer”
(imaginar uno mismo una nueva solución a partir de la experiencia acumulada en
su búsqueda) está por encima del concepto “pensar” (reflexión deliberada con el
objeto de entender el problema en abstracto, prescindiendo de la esclarecedora
vivencialización del proceso intelectual que da el crear haciendo), al que
contiene; es decir que estamos en presencia de “una epistemología del saber en
la práctica”, porque “en el hacer está el pensar”.[16] Esta
teoría del conocimiento encuentra sustento incluso en análisis neurológicos
profundos, ya que, como lo asegura el antropólogo norteamericano Clifford
Geertz, “el cerebro humano depende por entero de recursos culturales para
operar”, de manera que “el hecho de pensar como acto público, abierto, que
supone la manipulación deliberada de materiales objetivos, es probablemente
fundamental para los seres humanos; y el pensar como acto íntimo, privado, que
no recurre a esos materiales, probablemente sea una capacidad derivada”.[17]
Bolom Pale lo dice muy bien cuando afirma con respecto a la técnica indígena de
la creatividad inducida: “es necesario que cada uno se haga sabio por sí mismo
y a la vez responsable de sí mismo, es necesario que cada uno genere nuevos saberes
y no únicamente repetidores de ella”[18] (de
la vida). Es decir evitar el copiar y
pegar, tan propio de nuestra cultura digital actual.
A través de esta
metodología de enseñanza los mayas evitan el anquilosamiento de su cultura, ya
que cada miembro de dicha sociedad es un creador, en potencia o en acto, de nuevos
saberes y habilidades que irán renovando y ampliando el acervo común. Y el
conocimiento así generado se incorporará a dicho proceso de acumulación
cultural –si la comunidad le reconoce su pertinencia- sin provocar desajustes
en su ethos social y cosmovisión, ya
que es un producto, aunque innovador, genuino culturalmente hablando. Estos
ideales pedagógicos, por otra parte, necesitan de un contexto material,
intelectual y emocional propicio que les haga posible germinar y desarrollarse,
libres de interferencias foráneas que desestabilicen su coherencia interna y
finalmente los vuelvan impracticables. Así visto, el método didáctico maya
implica la existencia de un sistema sociocultural integrado (la comunidad), en
el cual éste es una pieza más que, utilizando la misma lógica que el resto del
sistema, colabora con la estabilización y reproducción del mismo. Lo dicho no
niega la apropiación por parte de las comunidades indígenas de conocimientos de
origen exótico (básicamente procedentes de la occidentalizada sociedad
envolvente), los que suelen ser resignificados con el propósito de adaptarlos a
sus necesidades específicas, o rechazados en caso de no cumplir con sus
expectativas.
De esta manera, en
un proceso de descubrimiento creativo que será su marca de agua cultural a través de toda la vida, los mayas
chiapanecos desarrollaron una especial e imprescindible aptitud para la
supervivencia en las muy difíciles condiciones que les ha tocado enfrentar a lo
largo de su historia colonial y republicana. La creatividad y la reelaboración
adaptativa de rasgos culturales extraños (otra forma de creatividad), como ya
se mencionó, dotaron a las comunidades indias del sureste mexicano de las
herramientas necesarias que hicieron posible una resistencia exitosa (en
términos de permanencia como entidad étnica reconocible), a pesar de los altos
costos pagados debido al furibundo embate de las fuerzas disociadoras externas.
En el “enseñarse” cotidiano de los problemas-soluciones que se les plantean
como individuos y como sociedad, la metodología educativa maya ha demostrado su
particular eficacia y puesto en evidencia la necesaria revalorización que como
modo de creación y transmisión de saberes debería tener dentro del programa de
educación bilingüe e intercultural (EBI) que se lleva adelante en las
comunidades indígenas.
El desconocimiento
de estos principios educativos por parte de la sociedad dominante, imperceptibles
a los ojos de los extraños a la cultura maya –incluidos algunos investigadores-
hizo pensar que se trataba de sociedades estáticas, congeladas en un pasado ya
superado, del que debían escapar por su propio bien. Así es que, a partir de
esa visión equivocada (y también interesada), los pueblos indígenas chiapanecos
debieron soportar el avasallamiento de sus tradiciones y formas de vida por una
sociedad que no los comprendía, ni lo intentaba. Por ello, la política
indigenista llevada a cabo por el Estado mexicano desde la independencia fue
tan destructiva para las etnias indias al pretender la homogenización cultural
del país y la consecuente desarticulación de sus universos normativos
tradicionales. Esta estrategia integracionista, impuesta por agentes estatales
y privados (por ejemplo la Iglesia católica, entre otros), fue catalogada con
mucho acierto por el sociólogo Pablo Gonzáles Casanova como colonialismo interno.[19] La
historia es demasiado conocida como para abordarla aquí, además de no constituir
el propósito de este artículo.
3.- Lo individual y
lo colectivo en la producción de saberes
Otra cuestión que
queremos subrayar es que, no obstante que en la cultura y cosmovisión maya hay
“un predominio de lo colectivo sobre lo individual”,[20] la
mencionada apelación a la creatividad personal pone en evidencia que la
experiencia de cada uno de sus miembros
también cuenta y que lo
comunitario no necesariamente inhibe la dimensión individual como muchas veces
se ha asegurado. Y esta sinergia es posible porque en la cosmovisión de
dichos pueblos lo individual es una parte indisoluble (es decir, no se puede “separar
de” ni tampoco “disolver en”) del todo social y ambos interactúan en beneficio
mutuo. La comunidad es el marco referencial donde la vida sucede y se realiza
para todos y cada uno de sus miembros mancomunadamente, o sea en acuerdo. Una situación similar observó
el filósofo y lingüista germano-mexicano Carlos Lenkersdorf en las asambleas
comunitarias tzeltales y tojolabales de Chiapas, donde las decisiones se toman
por consenso (o unanimidad). Allí, “cada uno habla en nombre del NOSOTROS sin
perder su individualidad, pero, a la par, el NOSOTROS habla por la boca de cada
uno de sus miembros”;[21] y
más adelante concreta: “La comunidad, pues, no reemplaza la decisión
individual, sino que cada individuo toma la decisión en el contexto de la
consulta comunitaria”.[22]
De manera que,
como vemos, el ideal pedagógico maya espeja de alguna manera la praxis de las
asambleas comunitarias (donde –como se señaló-
existe una relación dialógica entre el “uno” y el “nosotros”), cuando un
saber que se ha generado individualmente se lo concibe como patrimonio de toda
la comunidad, en el entendimiento que éste fue posible gracias a la experiencia
acumulada por el grupo social en su conjunto a través de procesos interaccionales
recíprocos y del cual, además, el creador/ra es producto; como el maíz lo es de
la Madre Tierra. El propio Lenkersdorf, quién conviviera por largos años con
los tojolabales, nos trae un ejemplo ilustrativo de lo que aquí tratamos de
exponer. Durante un curso dictado por este autor, y a pedido de los propios
alumnos indígenas, les planteó un problema a resolver: “apenas fue anunciado el
problema –dice Lenkersdorf-, al punto todos los alumnos se juntaron
inmediatamente, sin ninguna consulta previa entre ellos. Era obvio que querían
resolver el problema juntos, es decir, que se proponían pasar el examen en
grupo. Una vez que se estableció el grupo, se produjo entre todos ellos un
diálogo animado (como en los preliminares de las asambleas comunales) y, dentro
de poco tiempo, resolvieron el problema”[23]
(lograron el consenso, en la terminología asamblearia). Y luego agrega: “En el
contexto de la sociedad tojolabal, hay reglas firmes y muy seguras para la
solución de los problemas que se presentan en sus comunidades, sea a nivel
local o a niveles más amplios. Cuando esto ocurre, todos los comuneros se
reúnen y, todos juntos, resuelven el problema”.[24] Así,
con esta práctica que imbrica lo individual y lo colectivo detrás de un
objetivo común, logran poner en circulación –tarea que se ve facilitada, como
arriba se dijo, por un sistema estrechamente interconectado- saberes nuevos o
renovados, sustanciales o superfluos, que enriquecen y dinamizan la cultura étnica
en beneficio de todos sus integrantes, porque en la apremiante realidad
indígena “los problemas deben resolverse, no importa por quién o por quiénes”.[25]
4.- Consideraciones
finales
La pretendida
cristalización evolutiva de las sociedades indígenas, supuestamente estancadas
en un tiempo pretérito se nos revela bajo esta nueva mirada como una
construcción, una ficción animada por intereses contrarios al de los pueblos
mayas de Chiapas. Por su parte, la revolución indígena para poder romper con este
entramado reaccionario y aspirar al éxito final de su empresa de liberación,
debe lograr mantener entre sus haberes para la lucha comunidades cohesionadas
política, social y culturalmente, tanto como económicamente autónomas (esta
sería la estrategia que los zapatistas estarían intentando llevar adelante
entre sus comunidades aliadas o simpatizantes). Paralelamente, esta especie de
retaguardia en que se constituyó la comunidad india en resistencia, conseguirá
sobrevivir y sostener sus reivindicaciones en la medida que pueda mantener su
coherencia interna, aún realizando los cambios y adaptaciones que la realidad
le imponga, los que serán inocuos en la medida que estén mediados por la
comunidad misma y alejados de cualquier tipo de colonialismo interno. Y en esta
puja formidable (más de cinco siglos así lo acreditan) la pedagogía maya cumple
su rol más transcendente “enseñándose” creativamente los caminos alternativos
que conduzcan a la clausura definitiva de la conquista iniciada por los kaxlanes[26] en
un ya lejano 1492.
* Este artículo
fue escrito en febrero de 2020 y se publica aquí por primera vez.
[1] Entrevista del periodista Joaquín Soler Serrano
a Jorge Luis Borges para el programa “A Fondo” de Radiotelevisión Española, 1976,
ubicación minuto 28:37 (https://youtu.be/2gu9l_TqS8I).
[2] La Interpretación de los
Sueños. Traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres. Viena, 7 de mayo de
1923. Las cursivas son nuestras.
[3] No disponemos de la
fuente. Es una vieja anotación manuscrita nuestra en un libro del mencionado
autor que suponemos correcta.
[4] FCE. México, 1959.
[5] Ibídem, pág. 16.
[6] CLACSO-UNICH-CRESUR.
Buenos Aires, 2019. Disponible en Clacso: <http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190912042943/Reflexion_filosofica.pdf>.
[7] Ediciones Castañeda.
Colección Estudios Antropológicos y
Religiosos. Buenos Aires, 1977. Pág. 10.
[8] Ob. cit., pág. 13.
[9] Ibídem, pág. 85.
[10] Bolom Pale menciona el uso por parte de los
niños tsotsil de la formula “le aprendí a” (ob. cit., pág. 86). No obstante esta
diferencia, como puede comprobarse en la lectura de la mencionada obra, ambos
enunciados refieren al mismo concepto.
[11] Socialización y
Aprendizaje Infantil en un Contexto Intercultural. Una etnografía educativa en
El Bascán en la región cho’l de Chiapas. Universidad de Ciencias y Arte de
Chiapas (UNICACH). Tuxtla Gutiérrez, 2009. Pág. 16. Disponible en Clacso: <http://209.177.156.169/libreria_cm/archivos/pdf_807.pdf>.
[12] Bolom Pale, M.: ob. cit., pág. 86.
[13] Ob. cit., pág. 86.
[14] Bermúdez Urbina, F. y
Núñez Patiño, K.: ob. cit., pág. 25 y 89.
[15] Según Bermúdez Urbina y Núñez Patiño el modelo educativo estatal “aún
mantiene su función asimilacionista pues la lengua es sólo un vehículo para
castellanizar, ya que no se enseña a leer y ni a escribir en lengua indígena”
(ibídem, pág. 112).
[16] Ibídem, pág. 90.
[17] La Interpretación de las Culturas. Gedisa
Editorial. Barcelona, 2003 [1973]. Pág. 77. Véase también pág. 82.
[18] Ob. cit., pág. 86.
[19] Sociología de la Explotación. Siglo XXI
Editores. México, 1970. Págs. 223 y ss.
[20] Bolom Pale: ob. cit.,
pág. 84.
[21] Lenkersdorf, Carlos: Filosofar en Clave
Tojolabal. Ed. Miguel Ángel Porrúa. México, 2005. Pág. 29.
[22] Ibídem, pág. 39.
[23] Ibídem, pág. 60. La
aclaración entre paréntesis es nuestra.
[24] Ibídem, pág. 61.
[25] Ibídem, pág. 61.
[26] En lengua maya (tzetzal, tzotzil, tojolabal y
otras) se llama así a los no-indígena, a los que vienen de afuera, sean éstos,
en su tiempo, españoles; y hoy, criollos y mestizos.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
FAVA, Jorge: 2020, “Pedagogía de los mayas chiapanecos: un análisis del concepto ‘enseñarse’”. Disponible en línea: <http://
larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2020/04/pedagogia-mayas-chiapanecos-ensenarse.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].
larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2020/04/pedagogia-mayas-chiapanecos-ensenarse.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].