Por: Jorge
Fava
“La mirada del
colonizador ignora la ancestral
mirada profunda del indio para ver y entender
esta
tierra, como ignora su experiencia y su memoria”.
Guillermo Bonfil
Batalla
“México Profundo”.
¡Arde la
Amazonía! ¡Arden los bosques de Australia! Las perdidas en biodiversidad son
inconmensurables. Es decir, no pueden
cuantificarse, no sólo por lo que se sabe sino también por lo que se
ignora. De lo que podemos saber la perdida es inmensa (no vamos a mencionar
cifras, están en todos los periódicos), pero, ¿cuánto perdemos de lo que
ignoramos? Especies desconocidas, no catalogadas aún, y de las que ya no
tendremos noticias nunca más y cuyos probables beneficios para la humanidad se
han perdido irremediablemente. ¿Y de qué beneficios hablamos? Veamos
rápidamente, un “74% de los remedios o de las drogas de origen vegetal
utilizadas en la farmacopea moderna –dice el antropólogo canadiense Jeremy Narby-
han sido descubiertas, en primer lugar, por sociedades ‘tradicionales’. Hasta
este día, menos del 2% de todas las especies vegetales han pasado por pruebas
científicas completas de laboratorio. La gran mayoría del 98% restante se
encuentra en los bosques tropicales, donde está concentrada la más fuerte
diversidad de especies (‘biodiversidad’). La
Amazonía contiene más de la mitad de todas las variedades de plantas del
mundo”. Y luego agrega: “Sin el saber botánico de los pueblos indígenas, los
biotécnicos quedarían limitados a probar al azar las propiedades medicinales de
unas doscientos cincuenta mil especies de plantas del planeta”.[1]
Conocimiento que, dicho sea de paso, la industria farmacológica internacional
supo usufructuar comercialmente sin compartir beneficios con sus primeros
descubridores.
Pues bien, qué explicación tenemos para
estas recurrentes catástrofes ambientales. En el caso brasileño, los
agronegocios y la necesidad de mayor disponibilidad de tierras cultivables. En Australia,
una larga y ruinosa sequía acompañada de altas temperaturas, alimentadas, según algunos investigadores, por la desmedida expansión de los grandes negocios madereros donde la mega producción forestal desplaza a la cuestión ambiental en el orden de prioridades de las autoridades.[2] Una causa humana y otra climática. Pero no nos
engañemos, en el caso australiano, no obstante su condición de “natural” y
conexión directa con el cambio climático producido por la actividad del hombre
en la biosfera, existen también otras causas que luego veremos.
Hay consenso en lo anteriormente dicho
sobre las alteraciones en el clima mundial y una frontera bien delimitada entre
los defensores de esta tesis y sus necios e interesados detractores. De hecho
algunos científicos ya denominan a esta época geológica como el Antropoceno ("Edad de los Humanos"). ¿Pero es verdaderamente
tan homogénea la vertiente ambientalista?, y además, ¿representa ésta a la
porción de población más racional, progresista y ecológicamente responsable del
planeta? Tal vez, pero queremos plantear aquí algunas objeciones. La creación
de áreas naturales protegidas que impulsan algunas ONGs ambientalistas y de
defensa de la vida silvestre, nacionales e internacionales, ha chocado en más
de una oportunidad –como lo ha denunciado oportunamente la organización
Survival International, por ejemplo en el caso de los bakas en la República del
Congo-, con los intereses de los pueblos indígenas que en ellas habitan y el
derecho que éstos tienen sobre sus territorios ancestrales. En la búsqueda de
zonas de naturaleza prístina (o al menos razonablemente bien conservada), los
ambientalistas, luego de una concienzuda investigación al respecto, suelen
concluir que éstas son las “coincidentemente” habitadas por grupos indígenas, a
los que pretenden expulsar para crear allí sus áreas intangibles, cómo si
dichos pueblos representaran un peligro para la sustentabilidad de la mismas.
La reiterada “coincidencia” de ocupación indígena y buena preservación natural
del área en cuestión debería ser argumento suficiente para convencer a estas
organizaciones de su error y de la compatibilidad y sustentabilidad de la forma
de vida y explotación racional de la naturaleza llevada a cabo por los pueblos
indígenas desde hace miles de años y lo innecesario y arbitrario de su
expulsión. Pero increíblemente no suele suceder así, incluso con reconocidas
organizaciones internacionales de protección de la vida silvestre, las que se
han convertido en poderosos enemigos de los pueblos originarios. Veremos ahora
hasta donde puede llegar esta necedad y sus nefastas consecuencias, y lo
haremos tomando el reciente y difundido ejemplo australiano. Los aborígenes de
este país solían realizar periódicas quemazones controladas para impedir los
grandes y devastadores incendios forestales y favorecer la biodiversidad del
ecosistema (ver video al final de este artículo). Esta práctica tradicional, denominada "quema cultural", fue paulatinamente erradicada por los colonizadores europeos por considerarla primitiva y
peligrosa.[3]
Los resultados están a la vista. Pero esta actitud de superioridad cultural no solo la
encontramos en Australia. “Después de que los conservacionistas de la
naturaleza prohibieran las quemas controladas –dice el informe de S.I. ya
citado- en el estado indio de Karnataka, ¡los incendios forestales aumentaron
un 350% entre 2015 y 2017!”. Y más adelante afirma, “Existen numerosas y bien
documentadas pruebas que demuestran que los pueblos indígenas y
tribales han moldeado, nutrido y protegido sus entornos naturales
durante miles de años”.[4]
No pretendemos decir aquí que la discontinuidad de dicha práctica tradicional indígena para el manejo del bosque sea la causa directa de los actuales incendios australianos (éstos igualmente hubieran ocurrido), sino que estimamos que con una correcta (es decir, desprejuiciada) apreciación y puesta en práctica de la misma en determinadas regiones del país, muy probablemente la magnitud del desastre hubiera sido infinitamente menor.
No pretendemos decir aquí que la discontinuidad de dicha práctica tradicional indígena para el manejo del bosque sea la causa directa de los actuales incendios australianos (éstos igualmente hubieran ocurrido), sino que estimamos que con una correcta (es decir, desprejuiciada) apreciación y puesta en práctica de la misma en determinadas regiones del país, muy probablemente la magnitud del desastre hubiera sido infinitamente menor.
Incendios en Australia. Millones de animales murieron al no poder escapar de las llamas (foto Internet). |
¿Qué mueve entonces a organizaciones ambientalistas y
gobiernos a adoptar esta inconducente política de agresión contra las poblaciones
étnicas, la que a la postre se les vuelve en contra, ocasionando daños
irreparables?
Intereses económicos existen sin duda,
tanto de algunas ONGs como de los gobiernos que buscan divisas para sus
escuálidas economías o por principios que suponen superiores (hay para todos
los gustos), pero nos interesaría aquí analizar otra vertiente de este
problema, la más antigua y también la más profunda civilizatoriamente
hablando y que hemos tratado más ampliamente en el ensayo “La Revolución Seminal. Una lucha por la
tierra, la identidad y la autodeterminación” (disponible en este blog).
Tanto Australia como los países
latinoamericanos (y no sólo), tal cual los conocemos hoy, son el producto de la
invasión y posterior colonización de un territorio y su población preexistente,
la que fue sistemáticamente estigmatizada con el objeto de justificar la
desposesión y explotación de las mismas. Así, dicha desvalorización y la
consecuente “noción de que el ‘salvaje’ y ‘primitivo’ es de verdad
salvaje y primitivo”,[5] se instaló en el imaginario
colectivo de las nacientes sociedades occidentalizadas, y aunque matizada,
subsiste hasta hoy (a las pruebas aquí mencionadas nos remitimos). Esta
devaluación de toda forma de cultura u organización indígena obró como un
obturador para un profundo y verdadero conocimiento y valorización de los
saberes autóctonos. De esta manera desaprovechamos la oportunidad de
beneficiarnos de una mirada milenaria del mundo y sus secretos develados.
Ignorantes del tesoro perdido seguimos alimentando nuestra estúpida soberbia
–porque no se valora lo que se desconoce- con actos y decisiones cuyos aciagos
resultados nos lo demuestra la realidad que hoy nos toca vivir.
* Este artículo
fue escrito en enero de 2020 y se publica aquí por primera vez.
[1] Narby, Jeremy.: La serpiente cósmica. El ADN y
los orígenes del saber. Editorial Takiwuasi-Racimos de Ungurahui. Lima, 1997 (recuperado de Internet). Paginación
s/n.
[2] Guillermo Folguera (UBA), especialistas del Conicet, Argentina (Pablo Esteban: Las causas del incendio: ¿por qué Australia vive su propio infierno? Diario Página/12 digital, 7 de enero de 2020. Disponible en línea: <https://www.pagina12.com.ar/240276-las-causas-del-incendio-por-que-australia-vive-su-propio-inf>).
[2] Guillermo Folguera (UBA), especialistas del Conicet, Argentina (Pablo Esteban: Las causas del incendio: ¿por qué Australia vive su propio infierno? Diario Página/12 digital, 7 de enero de 2020. Disponible en línea: <https://www.pagina12.com.ar/240276-las-causas-del-incendio-por-que-australia-vive-su-propio-inf>).
[3] Survival International, 23
de enero de 2020 (www.survival.es) y Gary Nunn: "Los arbustos deben arder": la milenaria técnica que proponen los aborígenes para controlar el fuego. BBC digital, 14 de enero de 2020. disponible en línea: <https://www.bbc.com/mundo/noticias-51097195>.
[4] Survival International: ibídem..
[5] Malinowski, Bronislav: Magia, ciencia y
religión. Planeta-Agostini. Barcelona, 1985. Pág. 15.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
FAVA,
Jorge: 2020, “Brasil y Australia: lo que el fuego se llevó". Disponible en línea: <http://larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2020/
01/brasil-australia-fuego-llevo.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].
01/brasil-australia-fuego-llevo.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].
Video de
National Geographic (1988) sobre los aborígenes australianos. En él se puede
ver no sólo la rica biodiversidad de esta tierra, sino también como sus pueblos originarios gestionaban el bosque a través de quemas
estacionales y controladas –y las estrictas precauciones que debían observarse-
con el objeto de limpiar y preservar el ecosistema de potenciales males mayores
(25:28), como, por ejemplo, los devastadores incendios forestales y las
millonarias pérdidas de vidas animales (además de las humanas, claro está) que
debemos lamentar hoy.