martes, 28 de enero de 2020

Brasil y Australia: lo que el fuego se llevó*



Por: Jorge Fava


“La mirada del colonizador ignora la ancestral
mirada profunda del indio para ver y entender esta
tierra, como ignora su experiencia y su memoria”.
Guillermo Bonfil Batalla
“México Profundo”.



¡Arde la Amazonía! ¡Arden los bosques de Australia! Las perdidas en biodiversidad son inconmensurables. Es decir, no pueden  cuantificarse, no sólo por lo que se sabe sino también por lo que se ignora. De lo que podemos saber la perdida es inmensa (no vamos a mencionar cifras, están en todos los periódicos), pero, ¿cuánto perdemos de lo que ignoramos? Especies desconocidas, no catalogadas aún, y de las que ya no tendremos noticias nunca más y cuyos probables beneficios para la humanidad se han perdido irremediablemente. ¿Y de qué beneficios hablamos? Veamos rápidamente, un “74% de los remedios o de las drogas de origen vegetal utilizadas en la farmacopea moderna –dice el antropólogo canadiense Jeremy Narby- han sido descubiertas, en primer lugar, por sociedades ‘tradicionales’. Hasta este día, menos del 2% de todas las especies vegetales han pasado por pruebas científicas completas de laboratorio. La gran mayoría del 98% restante se encuentra en los bosques tropicales, donde está concentrada la más fuerte diversidad de especies (‘biodiversidad’). La  Amazonía contiene más de la mitad de todas las variedades de plantas del mundo”. Y luego agrega: “Sin el saber botánico de los pueblos indígenas, los biotécnicos quedarían limitados a probar al azar las propiedades medicinales de unas doscientos cincuenta mil especies de plantas del planeta”.[1] Conocimiento que, dicho sea de paso, la industria farmacológica internacional supo usufructuar comercialmente sin compartir beneficios con sus primeros descubridores.

Incendios forestales en Australia (foto Europa Press).

    Pues bien, qué explicación tenemos para estas recurrentes catástrofes ambientales. En el caso brasileño, los agronegocios y la necesidad de mayor disponibilidad de tierras cultivables. En Australia, una larga y ruinosa sequía acompañada de altas temperaturas, alimentadas, según algunos investigadores, por la desmedida expansión de los grandes negocios madereros donde la mega producción forestal desplaza a la cuestión ambiental en el orden de prioridades de las autoridades.[2] Una causa humana y otra climática. Pero no nos engañemos, en el caso australiano, no obstante su condición de “natural” y conexión directa con el cambio climático producido por la actividad del hombre en la biosfera, existen también otras causas que luego veremos.

    Hay consenso en lo anteriormente dicho sobre las alteraciones en el clima mundial y una frontera bien delimitada entre los defensores de esta tesis y sus necios e interesados detractores. De hecho algunos científicos ya denominan a esta época geológica como el Antropoceno ("Edad de los Humanos"). ¿Pero es verdaderamente tan homogénea la vertiente ambientalista?, y además, ¿representa ésta a la porción de población más racional, progresista y ecológicamente responsable del planeta? Tal vez, pero queremos plantear aquí algunas objeciones. La creación de áreas naturales protegidas que impulsan algunas ONGs ambientalistas y de defensa de la vida silvestre, nacionales e internacionales, ha chocado en más de una oportunidad –como lo ha denunciado oportunamente la organización Survival International, por ejemplo en el caso de los bakas en la República del Congo-, con los intereses de los pueblos indígenas que en ellas habitan y el derecho que éstos tienen sobre sus territorios ancestrales. En la búsqueda de zonas de naturaleza prístina (o al menos razonablemente bien conservada), los ambientalistas, luego de una concienzuda investigación al respecto, suelen concluir que éstas son las “coincidentemente” habitadas por grupos indígenas, a los que pretenden expulsar para crear allí sus áreas intangibles, cómo si dichos pueblos representaran un peligro para la sustentabilidad de la mismas. La reiterada “coincidencia” de ocupación indígena y buena preservación natural del área en cuestión debería ser argumento suficiente para convencer a estas organizaciones de su error y de la compatibilidad y sustentabilidad de la forma de vida y explotación racional de la naturaleza llevada a cabo por los pueblos indígenas desde hace miles de años y lo innecesario y arbitrario de su expulsión. Pero increíblemente no suele suceder así, incluso con reconocidas organizaciones internacionales de protección de la vida silvestre, las que se han convertido en poderosos enemigos de los pueblos originarios. Veremos ahora hasta donde puede llegar esta necedad y sus nefastas consecuencias, y lo haremos tomando el reciente y difundido ejemplo australiano. Los aborígenes de este país solían realizar periódicas quemazones controladas para impedir los grandes y devastadores incendios forestales y favorecer la biodiversidad del ecosistema (ver video al final de este artículo). Esta práctica tradicional, denominada "quema cultural", fue paulatinamente erradicada por los colonizadores europeos por considerarla primitiva y peligrosa.[3] Los resultados están a la vista. Pero esta actitud  de superioridad cultural no solo la encontramos en Australia. “Después de que los conservacionistas de la naturaleza prohibieran las quemas controladas –dice el informe de S.I. ya citado- en el estado indio de Karnataka, ¡los incendios forestales aumentaron un 350% entre 2015 y 2017!”. Y más adelante afirma, “Existen numerosas y bien documentadas pruebas que demuestran que los pueblos indígenas y tribales han moldeado, nutrido y protegido sus entornos naturales durante miles de años”.[4]

    No pretendemos decir aquí que la discontinuidad de dicha práctica tradicional indígena para el manejo del bosque sea la causa directa de los actuales incendios australianos (éstos igualmente hubieran ocurrido), sino que estimamos que con una correcta (es decir, desprejuiciada) apreciación y puesta en práctica de la misma en determinadas regiones del país, muy probablemente la magnitud del desastre hubiera sido infinitamente menor.

Incendios en Australia. Millones de animales murieron al no poder escapar de las llamas (foto Internet).

    ¿Qué mueve entonces a organizaciones ambientalistas y gobiernos a adoptar esta inconducente política de agresión contra las poblaciones étnicas, la que a la postre se les vuelve en contra, ocasionando daños irreparables?

    Intereses económicos existen sin duda, tanto de algunas ONGs como de los gobiernos que buscan divisas para sus escuálidas economías o por principios que suponen superiores (hay para todos los gustos), pero nos interesaría aquí analizar otra vertiente de este problema, la más antigua y también la más profunda civilizatoriamente hablando y que hemos tratado más ampliamente en el ensayo “La Revolución Seminal. Una lucha por la tierra, la identidad y la autodeterminación” (disponible en este blog).

    Tanto Australia como los países latinoamericanos (y no sólo), tal cual los conocemos hoy, son el producto de la invasión y posterior colonización de un territorio y su población preexistente, la que fue sistemáticamente estigmatizada con el objeto de justificar la desposesión y explotación de las mismas. Así, dicha desvalorización y la consecuente “noción de que el ‘salvaje’ y ‘primitivo’ es de verdad salvaje y primitivo”,[5] se instaló en el imaginario colectivo de las nacientes sociedades occidentalizadas, y aunque matizada, subsiste hasta hoy (a las pruebas aquí mencionadas nos remitimos). Esta devaluación de toda forma de cultura u organización indígena obró como un obturador para un profundo y verdadero conocimiento y valorización de los saberes autóctonos. De esta manera desaprovechamos la oportunidad de beneficiarnos de una mirada milenaria del mundo y sus secretos develados. Ignorantes del tesoro perdido seguimos alimentando nuestra estúpida soberbia –porque no se valora lo que se desconoce- con actos y decisiones cuyos aciagos resultados nos lo demuestra la realidad que hoy nos toca vivir.




* Este artículo fue escrito en enero de 2020 y se publica aquí por primera vez.
[1] Narby, Jeremy.: La serpiente cósmica. El ADN y los orígenes del saber. Editorial Takiwuasi-Racimos de Ungurahui. Lima, 1997 (recuperado de Internet). Paginación s/n.
[2] Guillermo Folguera (UBA), especialistas del Conicet, Argentina (Pablo Esteban: Las causas del incendio: ¿por qué Australia vive su propio infierno? Diario Página/12 digital, 7 de enero de 2020. Disponible en línea: <https://www.pagina12.com.ar/240276-las-causas-del-incendio-por-que-australia-vive-su-propio-inf>).
[3] Survival International, 23 de enero de 2020 (www.survival.es) y Gary Nunn: "Los arbustos deben arder": la milenaria técnica que proponen los aborígenes para controlar el fuego. BBC digital, 14 de enero de 2020. disponible en línea: <https://www.bbc.com/mundo/noticias-51097195>.
[4] Survival International: ibídem..
[5] Malinowski, Bronislav: Magia, ciencia y religión. Planeta-Agostini. Barcelona, 1985. Pág. 15.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2020, “Brasil y Australia: lo que el fuego se llevó". Disponible en línea: <http://larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2020/
01/brasil-australia-fuego-llevo.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].


Video de National Geographic (1988) sobre los aborígenes australianos. En él se puede ver no sólo la rica biodiversidad de esta tierra, sino también como sus pueblos originarios gestionaban el bosque a través de quemas estacionales y controladas –y las estrictas precauciones que debían observarse- con el objeto de limpiar y preservar el ecosistema de potenciales males mayores (25:28), como, por ejemplo, los devastadores incendios forestales y las millonarias pérdidas de vidas animales (además de las humanas, claro está) que debemos lamentar hoy.